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lunes, 9 de noviembre de 2015

La diapositiva y el cartel.





La diapositiva.





La diapositiva era una de una serie. Las hice no en el momento. Parece que las hice tarde y no las proyectaron. No las proyectó. Las entregué antes aún así.
Encontré la forma de diluir la tinta de los rotuladores con las que estaban dibujadas como nadie o a nadie se le había ocurrido.
Dibujando rápido, antes de que la tinta secase, podía difuminar entre colores. Mezclarlos. Formar nuevos colores como si de una fotografía se tratara. Sobre aquel papel vegetal.
Nunca pude verlas proyectadas a través de la luz.
El imperativo venció.

No recordaba otras. Solo recordaba aquella. Siempre recordé aquella. Al estilo de los tebeos e historietas que leía. Tampoco recordaba aquella muy bien. Solo que allí escribí haciendo un infantil juego de palabras lo que ahora era una realidad. Una ciudad destrozada. Un país en guerra.

La diapositiva era algo parecido a esto:









El cartel.




El cartel tampoco ganó. Nunca ganó el cartel. Éste fue segundo o tercero.

El cartel era de corazón. Allí iba un cable que surgía de la mente y se conectaba directamente al corazón.
De la mente al corazón y del corazón a la mente.
En el día de la Inmaculada. La Inmaculada Concepción.


El cartel era algo parecido a esto:















Allí siempre. En los estantes de la mente.
La diapositiva y el cartel.