Translate

martes, 12 de agosto de 2014

La Bestia y el Hombre.









Ahí yace la bestia. No hay duda.
Ahí esta la bestia.
La bestia hincó sus cuernos en la tierra.
Hasta el mismo fondo de la tierra hincó sus astas. Sus cuernos. Sus cejas.
Allí en el mismo centro de la tierra derramó sus lágrimas y toda su sangre por los cuernos.
La bestia hirió el corazón del hombre. 
¿Cómo detendría el hombre a la bestia?
¿Cómo detendría toda aquella sin razón?
El hombre tenía que coger los cuernos de la bestia. Enderezarla y subyugarla. Redimirla.
La bestia llevaba en sus cuernos escrita la tragedia del hombre en su vida.
La bestia y el hombre estaban unidos por sus ojos y por sus cuernos, por sus cejas y por todas sus penas y miedos.
La bestia aparecía en el pecho del hombre en el árbol de la vida.
Era hora ya de que el hombre subyugara a la bestia. 
Con sus manos. 
Con sus dos manos el hombre debía coger a la bestia para levantar sus cuernos al aire.
Para alzarla.
Para asirla, para dominarla.
Así tenía que estar la bestia. 
La bestia quería lanzar también sus lágrimas al cielo.
Por sus cuernos y por toda su cabeza.