Aquellas dos bellezas estaban fueran de mi alcance y a mi alcance.
Mis límites me indicaban que aunque allí estaban las dos, mirándome, nada podía hacer yo para conseguirlas.
Las dos me miraban.
Sólo la lengua de mi mente podía acceder a ellas.
No sé cómo, ni quienes.
Allí me preguntaban.
No eran las únicas.
Otras veces había pasado.
Otras veces pasó.
Allí ambas dos mirándome.
Preguntándose y preguntándome cómo ...
¿Quién eres?
¿Qué vas a hacer?
¿Qué harás?
- ¿Tú crees que has venido al mundo para hacer algo especial?
- Si.
No había duda alguna sobre la respuesta.
Nunca hubo duda alguna sobre la respuesta.
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De nuevo las preguntas y los miedos.
De nuevo las palabras equívocas y cambiadas.
La inteligencia artificial.
La ignorancia real.
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¿Cuántas veces había pensado? Ésto es suficientemente importante como para tomar carta en ello.
Esto es suficientemente importante para opinar.
Esto es suficientemente demencial para alzar la voz y gritar a los cuatro vientos que no debería ser.
Allí callado.
No. Todavía no. Contente.
Todavía no debes alzar la voz.
Años y años.
Días y días.
Oportunidades perdidas.
A cambio del silencio, más demencia.
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De nuevo los grifos soltando agua sin parar.
Dar de beber al sediento.
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La sal de la vida.
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Allí la violencia y la muerte.
Arrancando la vida de las propias entrañas.
Arrancando la vida de las entrañas.
Arrancando el futuro de la vida.
Arrancando a sus hijos de sus entrañas.
Arrancando a sus hijos de sus entrañas.
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La inteligencia artificial, la ignorancia real, no era otra cosa que el no.
El continuo e infinito no.
Allí seguían con su infinito.
Ahora pongo un dos. Ahora un tres.
Ahora un siete o un ocho.
Ahora un nueve y un cuatro y un dos.
Y así.
Tengan ahí su infinito.
El que ustedes hacen.
El que la vida hace.
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Había un no y un No.
Uno era el no y el otro el No al no.
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Ten. Dos manos. Hijo mío.
Ten dos manos para hacer.
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Allí la lengua y la mente y las manos y la ignorancia.
Allí el muro.
El muro blanco.
Y el charco...
Hasta el cuello caí en el charco.
En mi propio charco caí hasta el cuello.
Con el agua al cuello de mi propia sal de la vida.
Todo era barro.
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¿Cuántas gotas habían bajado y subido?
¿Cuántas gotas habían vivido?
Desde el día uno.
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Desde el día uno.
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