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sábado, 12 de julio de 2014

Boceto hombre 01. En el sentido del hombre en su ser. ( Bloque 16)




Allí estaba la forma en la que había conseguido detener los andares del hombre sobre el tiempo.
Con un boceto.
En toda esa suerte de ciclo de señales.
De señales que como se hubieran invertido en ciertos lugares. Como si la fuerza de la constancia sobre ciertas partes, en el tiempo, hubiera formado las redondeces de las formas.
La importancia de las formas en los distintos momentos de los distintos tiempos en el hacerse.
Allí aquellos dos círculos como ojos que formaban parte de los distintos momentos en los distintos giros y corrientes del hacerse.
Parece que los círculos en sus manos asidos, aquella suerte de acarreo con forma de bolsa, de caldero y cuenco, toda aquella superficie cercana a la cola de la columna del hombre, que como si se giró y fue hacia allí en lugar de hacia acá o cambió su sentido y dobló y fue y vino y formó aquel estante llamado cadera, como con alas y círculos dolados en sus corrientes y fuerzas. y como que de allí salieron dos piernas, dos brazos, dos antenas hacia abajo. Dos ramas.
Desde la ingle del amor.
El músculo del amor y la vida.

Volví el sol de su costado negro.
Pues en su pecho era una sombra. 
En la luna dibujé también las sombras. 
Dejé la mano sobre su hombro.
Al lado de la antena del insecto, cerca de la onda que formaba el fruto del oído, con su semilla dentro.
Lo resarcí todo. Lo marqué y remarqué.
Di más luz y más sombra allí donde estaba la sombra y la verdadera luz.
Aquella cabeza que marcaba los límites del hombre.
Con su cuello, su lengua, su giro y su giro.
Y su sentido.
Su sentido en el giro.
Aún en el giro su sentido seguía siendo sentido.
Era el sentir del empujar del crecer y del ser.
En los distintos giros allí estaba la cabeza del hombre.
En toda su historia.
Historia de luces y sombras.
De un ser que crece.
Todo él en formas.
En distintas formas.
Un ser que siempre crece.
Alimentado por la conciencia no de una luz y una sombra tan siquiera.
No de un sol y una luna o dos estrellas girando en el centro de nuestra galaxia.
En el centro de todo este camino de luz del hombre.
Espiral y columna de la vida del girar y crecer.
Sentido del doblar en los brazos del ser.
Entre las luces y sombras. 
En el camino de las ondas.
Si no de una fuerza que cambia las formas en su propio hacer.

Allí veía como a el omega con alas y ojos.
Como con una capa.
Toda una capa de ondas de rayos de luz y de sombras.
De formas.
Por el mundo, con el rojo latiendo en su interior.
Sube, sube.
Crece, crece.
Ve.
Ve y vuelve.
Haz, forma, transforma.
Todo aquello, todo aquello cargarás sobre tus espaldas.
Todo lo que hagas está sobre tus espaldas.
En la espalda del pasado de tus andares.
Tú, hombre.


Tenía que verlo, que mirar.
Tenía que mirar en todas partes como fuera.
Buscar.
Desde el otro lado.
Como en el otro lado o al revés.
Como lo que es o no és.
Lo que me quedo es lo que no parezco y doy lo que no quiero.
O doy lo que soy y quiero y me quedo lo que no quiero.
En los colores y formas.
En los contrastes cambiantes de sus formas.


Volví a los colores con los que estaba trabajando.
Qué iba a ser de aquello?
De ese ser que parecía que me enseñaba la lengua.
Burlándose de su ridícula propia forma.
El insecto me parecía una suerte de hocico arrugado entre dos ojos juguetones y como engañosos. 
Todo como entre una masa de pelo.
Allí estaba mirándome. Impertérrito.
Burlándose de mi en él con él a través de mí.
Me miraba como diciendo.
¿Tu has hecho esto?¡Mira!
Brruuuuu.
O algo así parecía decir.
Allí estaban también los ojos de las caderas asidas, asistidas por sus manos, por su ramas, por sus brazos.
Con su boca corazón pié sombra onda huella.
Al lado del delfín beluga ballena de la primera onda.
Más allá de la pirámide del sol.
Donde el botón de cuatro ojos, el botón de la semilla gota energía en movimiento.
Al lado de los dos ojos. Los asidos por las manos, los que tienen la gota con la semilla dentro.
En los doblares y torceres.
Fruto de los torceres y doblares y seguires.
Del corazón el gusano con ojo.


No quería dejar allí al insecto.
Sobre el árbol, a la vista.
Tapelo, cubrilo.
Lo coloreé con los colores del tiempo.
Del tiempo de los huesos.
Allí.


Quité el insecto y volví a las formas del pecho.
Profundicé entonces y dibujé su corazón allí debajo.
Encima. Entre las alas del viento.
Dibujé el corazón con su ciclo.
Con su bom, bon. Bom, bon.
Entre los ojos de sus soles y lunas.
Entre las formas del pecho.
En los surgires de los haceres.
Tal que aparecía de nuevo una nariz rosa.
Como medio bizca o medio tuerta.
Como imperfectamente perfecta.
Sobre la lengua de la ingle del amor.
En el tronco.
Lengua sobre lengua.
Lengua rosa en su cuello.
Sube, sube.
Crece, crece.


No podía evitar ya la idea o el momento.
La fragua estaba cristalizando.
Las opciones se apuraban y definían solas dentro del concepto.
Ir más allá de cualquier cambio supondría perder el concepto.


Todo aquello cristalizaba en forma de marcas y huellas.
Se fijaba en el tiempo.
Con luces y sombras.
Arcos y puentes.
El corazón como bucle. Como pez colgado, como alfa, como nariz y viento.


Avivé los colores.
Aumenté su intensidad ligeramente.


Volví a colocar el obtenido mapa con todas las señales allí a su lado.
Como para ver el resultado.
Todos los ojos, los sexos.
Las señales del mapa.
Todas las distintas lenguas estirándose allí, hacia en la cabeza del hombre.
En toda su forma.
Sobre las ondas del mar y del viento.


Desde el amor al corazón.
Allí en su mitad.
Allí en la mitad de cada ser.
En su mitad.
En esa masa como blanca de nubes y ondas y viento.
En su cabeza, en el ápice de la lengua, en la espuma de la lengua.
La lengua que llega hasta su cabeza.
La que separa los ojos.
En todo el entorno.


Poco quedaba hacer ya allí.
A aquel dibujo, que parecía que se burlaba de mí en mis propias narices.
Con toda esa carita, y su corazoncito, como una corbatita, su pañuelito entre dos arcos y pestañas.
Entre dos ojos o soles o lunas.
Con toda esa cara con boquita de piñón.
Con forma de corazón.
De su labio, su pupa en la huella y la ambición.
De su rojo sangre lava.
De sus ondas y peces y soles y luces y sombras.
Parecía que decía:
¡Ay! ¡Mira que bonito! 
Y como si él, el mismo dibujo, me hiciera una carantoña siendo observante del relato de la realidad de su todo concepto.
¿Te crees que me importa?
Parecía decir.
No me importa ser grotesco o feo a tus ojos, o tener como ojos y nariz de conejo.
¿Necesitas patas?
¡Yo tengo cientos!

Así era.
Por Dios que así era.
Todo esto durante el haciendo.
En el viendo.
No podía hacer otra cosa que iluminar más aquel concepto.
Fuera el que fuese el resultado de todo aquel proceso.
Arquearlo, iluminarlo y darle dirección al sentido del hombre.
En todo ese camino.
Allí el hombre, el árbol y sus frutos.
En el buscar.
En el sentido del hombre en su ser.


Boceto hombre 01. Más ondas, más ojos y más vientos. Los frutos del tiempo. (Bloque 15)




Marqué todo aquello un poco más para verlo mejor.
Para intentar vislumbrar la veracidad del significado de todo lo que allí se representaba.
Para cerciorarme de la veracidad de las formas y los hechos.
Para confirmar la veracidad de que todo aquello que surgía delante de mí tenía su sentido.
Que su sentido era cierto. Que su sentido era el sentido de las señales.
Que el sentido del sentir en el haciendo, que el resultado de los sentires y las formas de esos sentires, tenía su razón de ser.
En verdad que todo aquello tenía sentido.
Tenía un sentido ascendente y descendente.
Todo aquello hablaba de la historia del tiempo.
De la vida en los seres de este planeta.
Del sentido del universo. De sus formas en el hacerse.
De las ondas señales en todas las cosas.
De dos mitades con un corazón.
Allí estaban los huesos calcificados por el tiempo de las formas.
Formados todos como con ondas almacenadas en los mismos lugares.
Apilotonadas, amontonadas unas tras otras. 
Las ondas del tiempo del sentido de las fuerzas, de las energías del pasado, presente, futuro.
De ese tiburón hambriento de sed y de aire.
De ese tiburón que no se sacia.
Viviendo, creciendo, surgiendo. 
Peldaño tras peldaño.
Subiendo por el placer del amor y ser.
Por todo el árbol de la vida.
En verdad que aquello era mucho más veraz que muchas de las cosas que se podían ver.
En verdad que aquello tenía mucho sentido.
La cola del pez surgida del mar, de las olas y formas en el recuerdo del ser.
Del ser de toda esa columna, ese árbol, ese tronco erguido.
Allí el hombre andando en el tiempo. 
Sobre su huella en forma de onda.
Toda la columna con forma de espina. Acabada en cola.
Allí encima del tronco, en el tronco, sobre el tronco, entre las hojas y pestañas del tiempo.
Allí estaba el insecto. Aquel que venía del aire, de las ondas del aire y del tiempo.
Aquel que tenía como alas y oídos en el aire. Aquel que oía el aire. Que sentía el aire.
Hecho de ondas. Duro por el polvo y el viento. En los límites del árbol.
Circundando el árbol. 
Abrazando, cogiendo, sosteniendo, asiendo con sus patas brazos ramas y ondas.
Sujetando, amando, formando parte del tiempo. 
En el árbol, en el tronco.
Quizás posose con todas sus patas, con todas sus ondas sobre el árbol.
Sobre la espina y el tronco.
El tronco del árbol, del delfín y del hombre.
Con el brillo en la gota. Con los brillos en las gotas.
En sus rodillas. A la altura de sus rodillas.
El insecto se unió sobre el árbol por encima de la semilla del hombre con la espalda, la columna, la espina dorsal del hombre.
Allí se unieron los dos. Por encima de la semilla.
Por encima de la cola. Entre el sol y la luna.
Entre el sol y la luna.
Bajo las alas de las hojas de las ondas de las pestañas del árbol del hombre y de la vida.
Allí, entre las ondas sonoras del viento y de las alas y las hojas.
Las antenas del insecto sobre los omóplatos del hombre.
Sobre su espina, como aletas de pez.
Quizás el insecto y el pescado se unieron amándose.
Quizás se amaron. Quizás el insecto amó al pez muerto y puso su huevos en el amor muerto.
Quizás pensó que era como él y que sus espinas, sus patas, sus ondas eran tantas que parecían iguales.
Quizás se amó carne con carne, entre el sol y la luna.
Entre el calor y el frescor, el viento y las ondas. 
La muerte y el recuero de ambos surgió una mezcla sobre el árbol hambriento de amor.
Quizá simplemente coincidieron las ondas del aire y del mar en una orilla, en un margen y allí entre ambas circunstancias, entre unas ondas y otras siguieron nuevas ondas formándose en sus carnes blandas.
En su oscilar, subir y bajar.
Allí ambos sistemas se unieron formando coraza y cuerpo. 
Todo eso cargado sobre los hombros del hombre.
Sobre el caminar del tiempo bajo los hombros del hombre.
Allí se unieron las formas.
En como sus patas o ramas u ondas. En todas sus costillas se unieron. En esas dos ondas.
Hasta allí llegó el recuerdo de la unión del proceso de todas las ondas.
Tan grande, tan perpetuo.
Lleno todo él como de viento y de carne.
Por debajo de las escaleras que llevan a la cabeza.
En el hombre.
En el dibujo que comenzó siendo un "Boceto hombre 01".
El Adán de los tiempos.
Todo torcido pero como erecto.
Así era.
Allí estaban unidos en su patas y brancas. En sus ojos y en sus recuerdos.
En sus sentires.
En los sentires de las formas.
Allí el corazón.
¡Sube!¡Sube y no bajes!
¿Sube y baja si quieres!
Baja si te place.
Baja que yo te haré subir otra vez.
Te haré subir por si quieres bajar otra vez.
¡Sube!¡Sube otra vez!
¡Sube!
Así en la vida.
El corazón todos los días, todos los momentos e instantes en el tiempo.
¡Sube, por Dios, sube!
En el árbol de la vida, bajo el insecto.
En la columna del tiempo.
En la espalda del tiempo.
La espalda del pasado, presente y futuro.
Durante toda la vida del hacer.
Sí que tenía verdadero sentido todo aquello.
Tenía mucho más sentido que el que incluso cabía esperar.
Todas las señales y las ondas.
Todo ese compendio de señales y ondas.
Todas.
Todo ese camino de luces y sombras.
Espiral con dos soles.
Cadena de ondas y luces.
De luces y sombras.
Enjabonados en el tiempo.
Espumados.
Acariciados todo el tiempo.
Formados y forjados bajo las luces del tiempo.
Entre las luces y las sombras.
Dulce parpadeo del ver.
Pestaña infinita del tiempo.
En sus formas.
Todo aquello aquí en el caminar del hombre y sus huellas en el tiempo.
Con todo eso en la mente.
En la mente del hombre.
En los mapas del tiempo.
Siguiendo las señales.


Iluminé de nuevo aquello.
Aquella idea.
Todo aquello surgía.
Así surgía.
Y bajaba o caía o descendía o rodeaba o rellenaba.
Entre el sol y la luna.
En el camino de luz.
Sobre el camino de luz.


Más luz. Más luz.
La mente del hombre.
Los límites del hombre.
Las ondas, los reflejos las luces y las sombras.
Las formas. La huella, la onda, la redonda, el reflejo en el espejo
Luz en la gota.
Viento y onda.
Reflejo y espejo.
Allí estaba todo el insecto sobre el pecho con el agua que bajaba por su cuello.
Con el agua y el viento.
Con el azul del mar y del cielo.
Alimentado sobre el árbol.
En suerte que las ondas que caían cubriéndole parecía que tenían todas las formas.
Las puntas y los arcos.
Formaban arcos, soles y lunas.
En todo ese palmeral de vida.
Y lo que caía subía.
De muchas formas.
Así era el caminar del hombre en el tiempo.
Entre las ondas del tiempo.


Gusano, gusano con cola.
Verde, azul, amarillo, blanco, naranja, rojo, marrón y negro.
Gris.
Sube, sube otra vez, sube.
Otra vez.
Venga. Otra vez. Sube.
Sube, venga, sube. 
Venga, otra vez, sube.
Venga, sube otra vez. Sube.
Así el hombre erguido en el tiempo.
Siguiendo las señales.


Más color. Allí están todas las ondas.
Las del agua y el viento.


Sinfonía en el oído. Violonchelo de cuerda en el tronco. Oído de la onda del aire.
Gota del vibrar.
Caricia del surgir.
En el viento.
En las alas del viento.
En los holas de las olas de las ondas del tiempo.
Onda del recuerdo en el oído del tiempo.
Fruto del viento.
Como salidas de los brazos del tiempo.
De todas las ondas en las yemas de los dedos.
En los brazos del hombre.
Alrededor de los brazos del hombre.
Tocados por el hombre en el viento de sus huellas.
En sus señales.
Reflejo, reflejo de colores.
Amarillo, naranja y rojo.
Arco de colores.
En los arcos, en los soles y los ojos.
La antena y la mano.
La antena y la mano en el hombro, en el brazo.
Su forma, arco y pestaña.


Círculos y ojos y ciclos y retornos.
Forma de la fuente, de la semilla.
En los círculos.
En la zona de las gotas.
De esas como dos gotas.
La una, la que tiene como un centro.
Y la otra la del cuatro, la del movimiento.
La como naranja simulando la energía de la semilla en la gota.
Allí surgían formas.
Formas del color de las ondas.


Y parecía como que el ser se estiraba y le surgían dos nuevos ojos que asía con sus brazos. 
Como a la altura de sus manos. Donde las piernas, como sujetando las piernas.
Como circundando las piernas.
Como abrazando las piernas en todos estos andares.
Como dando peso a todo aquello.
Como acarreo.
Huesos en forma de cuenco. Cuenco del tiempo y el movimiento.
Cacerola de potajes. 
Cadera, estante.
Ojos en la cadera.
En la espalda del recuerdo, del pasado.
Giro en las ondas.
Sustento. Cadera que forma.
Ala y ojo en el tiempo.
Cadera que sustenta la cola. 
Estante del caldero y el puchero de la boca.


Entre como dos soles. Entre dos ojos.
A la luz, en la luz, sobre la luz, con la luz.
En las sombras, con la sombra, en el sueño, en el sueño eterno.
En los límites de la mente del hombre.
En el recuerdo del tiempo.
En sus ondas, sus piedras y sus huesos.


Todos los colores en las escamas, en la columna, bajo las alas de las ondas del tiempo.
En el fruto en el oído, en el oído fruto del viento.
De las ondas como pestañas que eran hojas y alas y olas y ondas que surgían de los hombros del hombre en los andares del tiempo.
Por sobre el tronco en el que estaban los huesos, las ondas con forma de insecto.
Por debajo de aquella lengua azul, sedienta de aire y de agua se encontraban la espina con el insecto como con ojos y oídos en el viento.
Como si fuesen fruto del viento.
Siendo.
Pidiendo azul y recibiendo.
Allí en la cabeza, como con forma de lengua.
Pidiendo luz.
Comiéndola, haciéndola.
Creándola.


Allí estaban los ciclos, las mitades.
Con las señales sobre el mapa.
En el árbol de la vida.
En la fuerza de un corazón.
Un corazón que impulsaba toda la planta.
En un boceto de hombre.
Todo allí. 
Dos ojos como con una boquita de piñón.
En todas las señales de las formas.


viernes, 11 de julio de 2014

Boceto hombre 01. El gigantesco insecto sobre su pecho. Sobre el árbol. (Bloque 14)


Las cosas comenzaban a cobrar su importancia.
Los movimientos de las ondas sobre los brazos del hombre formaban una serie de ondas y rizos.
En su caminar, todo el tronco en el viento.


En las ondas y formas de colores del momento.


De todo el ciclo de ondas.
En las luces y en las sombras.
Reflejo de los mares.
Más color, más ondas, más pestañas.
Subiendo y bajando.


Más color, más luces, más sombras.
Más formas, más ondas.
Más ángulos.
Más color en el tronco en el árbol.
Entre los ojos del tiempo.
Entre las ondas.


Energía del amor que surge y que da.
Extremo verde.
Pestaña y arco.
Hoja, onda ola, pestaña, escama.
Arco del árbol. 
De las ramas sobre todos los arcos.


En toda aquella locura de ondas sobre su espalda.
De la espalda del delfín. Del pez y el mar.
Del agua de la onda.
Del fluir.


Punto, instante, colores y ciclo.


A aquellas alturas de todo este proceso, en todo este trepar por el árbol del tiempo, del momento en el avanzar o pisar o dejar huella del boceto de un hombre había tenido suficiente tiempo para pensar en el árbol, en el viento y el tiempo.
Viendo aquel tronco en su pecho con sus ramas en sus clavículas, en la base del cuello.
De ese tramo de escalera.
La del cuello.
Escalera de ondas de la primera onda sobre el viento y el mar.
Sobre el azul y tierra.
En todo ese tiempo digo, había tenido tiempo de mirar e investigar y buscar cómo era el hombre en verdad en su pecho. En aquel tronco que yo veía.
Miré y busqué y ví y seguí haciendo. Pero ya no podía soportar esa visión más sobre mí sin poder compartirlo.
Allí estaba el gigantesco insecto. 

El gigantesco insecto sobre su pecho.
Y allí marquélo, coloreélo.
Su esternón, las costillas, las clavículas.
Aquello era un insecto, una especie de coleóptero de proporciones descomunales en el transcurso del tiempo.



Allí, en todas las señales de las distintas energías del tiempo estaba el gigantesco insecto sobre su pecho.
Exoesqueleto sobre el árbol. Trepando, subiendo.
Entre los soles. Entre el sol y la luna.
Debajo de las ramas del árbol estaba el insecto sobre su pecho.
De toda esa onda surgiente del tiempo.
En sus costillas. En sus recuerdos.
Huesos parlantes, antenas.
Ojos y ondas en el tronco del árbol.
Pareciálo. En verdad lo parecía.
Entre una onda y otra.
Las clavículas retorcidas como dos antenas.
Prolongación de los brazos.
Sentir entre dos soles. 
Allí el esternón, cubriendo el corazón y el viento.
Allí sobre el esqueleto.
En el hombre.
Sus tripas estaban donde estaban las tripas.
Su ombligo donde estaba el ombligo.
Allí en toda esa carne del tiempo.
En las carnes blandas.
Guiadas por el amor y el hacer del viento.
Antenas, parasoles, arcos retorcidos, arcos doblados, clavículas retorcidas.
Rama y pestaña.
Historia sensible en el tiempo.
Del sentir.


Allí los esquemas sobre el mapa.
Las posibilidades eran posibles.
Sobre su espalda.
En los arcos y las ondas de todo este caminar de formas.
Las formas.
Las ondas las olas las redondas.
Los arcos y los puentes en la corriente.
Toda la corriente ascendente.
De este subir, y ascender, y amar de toda la escalera.
De todo este crecer y ser.
Allí estaba toda la escalera, también.
En toda su espalda.
En toda su cola, su onda y su huella.
Allí tenía el hombre una espalda que más bien parecia una espina.
Una raspa de pescado como raquítica.
Una suerte de escalera de ondas. Huesudas. Endurecidas por el tiempo.
De todas las ondas ascendentes.
Y entre la raspa de pescado de su espalda y su insecto sobre su tronco se alza el hombre.
El tronco con las ramas, los ojos, la boca y la lengua.
El hombre entre una raspa de pescado y el exoesqueleto de un insecto.
Allí se mezclan las carnes.
Las ondas sobre las zonas en el mapa.


Allí todo compendio de ondas y señales y formas.
El insecto con sus gigantescas alas.
Cual mariposa.
Sobre la espina, la raspa, la columna, las ondas rocosas del tiempo.
La espalda.
La espalda del tiempo.
Sobre todos sus huesos y sus brancas.
En el caminar del hombre en el tiempo.
De ese hombre como con capa, con alas y cola.

Boceto hombre 01. En mitad de la onda. Las alas, la oreja y el pendiente. De nuevo el tronco. (Bloque 13)


Quité las señales.
Me centré en su mente.
En el límite humano de su simetría.
Aquello estaba regido por algo.
Aquello que creaba la simetría y marcaba los límites.
Los limites del hombre.
En todo este subir y bajar de ondas.
Colores y formas del brotar y surgir.


Y arcos.
Arcos negros, arcos blancos.
Entre colores y formas.
Los soles, los ojos las sombras con formas.
Siluetas ideas y formas de todo este surgir.
Ondas.


Mas arcos, mas pestañas, mas colores, más formas.
Entre los músculos, grises y claros, formas.
Ondas y olas y viento y formas.


Bajo un corazón símbolo de vida que se genera por el amor.


En todo ese tronco, en todo ese árbol.
En el tronco, en la cara, en los ojos, en las ondas y olas.
En los signos, y señales.
En las ondas de la savia del árbol.
Esfera con dos ojos.
Oído y viento.


Entre las ondas de los vientos los soles y las lunas.
Entre las ondas.
Las gotas.


El sol el pez y el ojo.
Rojo, rosa.
Suela y palma rosa.
Boca rosa.


Las olas en la onda. Onda tras onda.
De esa gran cola. Sobre el pez.
Remolino de viento.


Del oído. Con el pendiente. En la nube y el viento.
La esfera de la silla. La gota. Y la otra gota.
Allí. En el tiempo y el momento.


¡Oh árbol! ¡Oh todo tu gran árbol!


Del que toma y da.
Tú, mente y mitad.
En todo este caminar de vida.
De ondas del viento y el mar.

Boceto hombre 01. El hombre y su proceso en el árbol. El momento y el delfín. (Bloque 12)


Tenía allí colocado al hombre.
Con todas las señales a su lado.
No sabía si todo eso iba así colocado pero parecía ser cercano al concepto verdad.
Toda la semilla de todos los seres con sus distintos haceres, momentos, tiempos, resultados, provechos.
Todas las velocidades.
Sabía que aquello era humillante.
Desnudar al hombre. 
Hablar de la semilla y pintarlo con semejantes colores y formas.
Pero todo aquello no dejaba de ser un compendio de distintas presiones y colores sobre una superficie.
Todo aquello estaba unido con el todo.
Y en aquella locura de colores formas y símbolos seguí pintando las energías.
Y cómo suben y bajan.
Y hacen y forman y contornan.


El labio que subía. el arco que lanzaba.
La boca que soplaba. Los ojos. Los soles. Las lunas.
Las fuerzas. Las ondas. La gota disparada.
Y todo el entorno con las ondas. Con el momento.
Ya no podía dilatar más aquel momento.
Debía fraguarse como lento instante del tiempo.
La idea.
Todo aquello que sube y si no sube cae. 
Y rodea.
Circunda, inunda.
Aquella primera onda de color rosa de suave tono del principio.
Su forma. Su idea.
El concepto.
Global.
Como una nube o idea u onda.
Onda deformada.
Sombra.
Las ondas me llevaron de nuevo al triangulo y la pirámide.
Y sus brazos.
En la onda que surgía de las ondas descendentes.
La historia.
Y allí el hombre, sobre la onda.


Con esa como pequeña cabeza en sus pies.
Le puse un círculo. Como un ojo.


Y todas esas ondas subiendo y bajando.
Ascendiendo y descendiendo.
Sobre las aguas y los mares.
Fluidos blancos. Fluidos azules.
Fluidos rojos.

Los árboles y las nubes y las ondas de las olas y de los vientos estaban por todas partes.


Ola tras ola. Onda tras onda. Cual escama.
Cual concha. Cual ola.


Onda como una cola.


De todo este azul. Y gris.
Allí aquel hombre.
Al que le surgió un pene que le llegó al corazón.
Guiado por el amor.
Y del corazón una flor. Una boca.
Un árbol de vida.
Escupitajo verde de los árboles, de las plantas.
El árbol, el búho, el gato, el hombre.
Y ese pez, esa beluga, ese delfín.
A sus pies, bajo la onda de su huella.
En la huella de las ondas.


Corazón.
Ese como pez entre todos esos vapores y flujos y aguas.
Allí a los pies del hombre.
Con todas las señales del árbol.


El pez y sus aletas. 
Los salpicares del aire, de las aguas y el viento.


De aquel hombre hecho de dos mitades y una semilla que brilla.
La mente del hombre.


Su por qué.
Todo su camino y su pecado.
Salidos de un corazón que brota.