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sábado, 12 de julio de 2014

Boceto hombre 01. Más ondas, más ojos y más vientos. Los frutos del tiempo. (Bloque 15)




Marqué todo aquello un poco más para verlo mejor.
Para intentar vislumbrar la veracidad del significado de todo lo que allí se representaba.
Para cerciorarme de la veracidad de las formas y los hechos.
Para confirmar la veracidad de que todo aquello que surgía delante de mí tenía su sentido.
Que su sentido era cierto. Que su sentido era el sentido de las señales.
Que el sentido del sentir en el haciendo, que el resultado de los sentires y las formas de esos sentires, tenía su razón de ser.
En verdad que todo aquello tenía sentido.
Tenía un sentido ascendente y descendente.
Todo aquello hablaba de la historia del tiempo.
De la vida en los seres de este planeta.
Del sentido del universo. De sus formas en el hacerse.
De las ondas señales en todas las cosas.
De dos mitades con un corazón.
Allí estaban los huesos calcificados por el tiempo de las formas.
Formados todos como con ondas almacenadas en los mismos lugares.
Apilotonadas, amontonadas unas tras otras. 
Las ondas del tiempo del sentido de las fuerzas, de las energías del pasado, presente, futuro.
De ese tiburón hambriento de sed y de aire.
De ese tiburón que no se sacia.
Viviendo, creciendo, surgiendo. 
Peldaño tras peldaño.
Subiendo por el placer del amor y ser.
Por todo el árbol de la vida.
En verdad que aquello era mucho más veraz que muchas de las cosas que se podían ver.
En verdad que aquello tenía mucho sentido.
La cola del pez surgida del mar, de las olas y formas en el recuerdo del ser.
Del ser de toda esa columna, ese árbol, ese tronco erguido.
Allí el hombre andando en el tiempo. 
Sobre su huella en forma de onda.
Toda la columna con forma de espina. Acabada en cola.
Allí encima del tronco, en el tronco, sobre el tronco, entre las hojas y pestañas del tiempo.
Allí estaba el insecto. Aquel que venía del aire, de las ondas del aire y del tiempo.
Aquel que tenía como alas y oídos en el aire. Aquel que oía el aire. Que sentía el aire.
Hecho de ondas. Duro por el polvo y el viento. En los límites del árbol.
Circundando el árbol. 
Abrazando, cogiendo, sosteniendo, asiendo con sus patas brazos ramas y ondas.
Sujetando, amando, formando parte del tiempo. 
En el árbol, en el tronco.
Quizás posose con todas sus patas, con todas sus ondas sobre el árbol.
Sobre la espina y el tronco.
El tronco del árbol, del delfín y del hombre.
Con el brillo en la gota. Con los brillos en las gotas.
En sus rodillas. A la altura de sus rodillas.
El insecto se unió sobre el árbol por encima de la semilla del hombre con la espalda, la columna, la espina dorsal del hombre.
Allí se unieron los dos. Por encima de la semilla.
Por encima de la cola. Entre el sol y la luna.
Entre el sol y la luna.
Bajo las alas de las hojas de las ondas de las pestañas del árbol del hombre y de la vida.
Allí, entre las ondas sonoras del viento y de las alas y las hojas.
Las antenas del insecto sobre los omóplatos del hombre.
Sobre su espina, como aletas de pez.
Quizás el insecto y el pescado se unieron amándose.
Quizás se amaron. Quizás el insecto amó al pez muerto y puso su huevos en el amor muerto.
Quizás pensó que era como él y que sus espinas, sus patas, sus ondas eran tantas que parecían iguales.
Quizás se amó carne con carne, entre el sol y la luna.
Entre el calor y el frescor, el viento y las ondas. 
La muerte y el recuero de ambos surgió una mezcla sobre el árbol hambriento de amor.
Quizá simplemente coincidieron las ondas del aire y del mar en una orilla, en un margen y allí entre ambas circunstancias, entre unas ondas y otras siguieron nuevas ondas formándose en sus carnes blandas.
En su oscilar, subir y bajar.
Allí ambos sistemas se unieron formando coraza y cuerpo. 
Todo eso cargado sobre los hombros del hombre.
Sobre el caminar del tiempo bajo los hombros del hombre.
Allí se unieron las formas.
En como sus patas o ramas u ondas. En todas sus costillas se unieron. En esas dos ondas.
Hasta allí llegó el recuerdo de la unión del proceso de todas las ondas.
Tan grande, tan perpetuo.
Lleno todo él como de viento y de carne.
Por debajo de las escaleras que llevan a la cabeza.
En el hombre.
En el dibujo que comenzó siendo un "Boceto hombre 01".
El Adán de los tiempos.
Todo torcido pero como erecto.
Así era.
Allí estaban unidos en su patas y brancas. En sus ojos y en sus recuerdos.
En sus sentires.
En los sentires de las formas.
Allí el corazón.
¡Sube!¡Sube y no bajes!
¿Sube y baja si quieres!
Baja si te place.
Baja que yo te haré subir otra vez.
Te haré subir por si quieres bajar otra vez.
¡Sube!¡Sube otra vez!
¡Sube!
Así en la vida.
El corazón todos los días, todos los momentos e instantes en el tiempo.
¡Sube, por Dios, sube!
En el árbol de la vida, bajo el insecto.
En la columna del tiempo.
En la espalda del tiempo.
La espalda del pasado, presente y futuro.
Durante toda la vida del hacer.
Sí que tenía verdadero sentido todo aquello.
Tenía mucho más sentido que el que incluso cabía esperar.
Todas las señales y las ondas.
Todo ese compendio de señales y ondas.
Todas.
Todo ese camino de luces y sombras.
Espiral con dos soles.
Cadena de ondas y luces.
De luces y sombras.
Enjabonados en el tiempo.
Espumados.
Acariciados todo el tiempo.
Formados y forjados bajo las luces del tiempo.
Entre las luces y las sombras.
Dulce parpadeo del ver.
Pestaña infinita del tiempo.
En sus formas.
Todo aquello aquí en el caminar del hombre y sus huellas en el tiempo.
Con todo eso en la mente.
En la mente del hombre.
En los mapas del tiempo.
Siguiendo las señales.


Iluminé de nuevo aquello.
Aquella idea.
Todo aquello surgía.
Así surgía.
Y bajaba o caía o descendía o rodeaba o rellenaba.
Entre el sol y la luna.
En el camino de luz.
Sobre el camino de luz.


Más luz. Más luz.
La mente del hombre.
Los límites del hombre.
Las ondas, los reflejos las luces y las sombras.
Las formas. La huella, la onda, la redonda, el reflejo en el espejo
Luz en la gota.
Viento y onda.
Reflejo y espejo.
Allí estaba todo el insecto sobre el pecho con el agua que bajaba por su cuello.
Con el agua y el viento.
Con el azul del mar y del cielo.
Alimentado sobre el árbol.
En suerte que las ondas que caían cubriéndole parecía que tenían todas las formas.
Las puntas y los arcos.
Formaban arcos, soles y lunas.
En todo ese palmeral de vida.
Y lo que caía subía.
De muchas formas.
Así era el caminar del hombre en el tiempo.
Entre las ondas del tiempo.


Gusano, gusano con cola.
Verde, azul, amarillo, blanco, naranja, rojo, marrón y negro.
Gris.
Sube, sube otra vez, sube.
Otra vez.
Venga. Otra vez. Sube.
Sube, venga, sube. 
Venga, otra vez, sube.
Venga, sube otra vez. Sube.
Así el hombre erguido en el tiempo.
Siguiendo las señales.


Más color. Allí están todas las ondas.
Las del agua y el viento.


Sinfonía en el oído. Violonchelo de cuerda en el tronco. Oído de la onda del aire.
Gota del vibrar.
Caricia del surgir.
En el viento.
En las alas del viento.
En los holas de las olas de las ondas del tiempo.
Onda del recuerdo en el oído del tiempo.
Fruto del viento.
Como salidas de los brazos del tiempo.
De todas las ondas en las yemas de los dedos.
En los brazos del hombre.
Alrededor de los brazos del hombre.
Tocados por el hombre en el viento de sus huellas.
En sus señales.
Reflejo, reflejo de colores.
Amarillo, naranja y rojo.
Arco de colores.
En los arcos, en los soles y los ojos.
La antena y la mano.
La antena y la mano en el hombro, en el brazo.
Su forma, arco y pestaña.


Círculos y ojos y ciclos y retornos.
Forma de la fuente, de la semilla.
En los círculos.
En la zona de las gotas.
De esas como dos gotas.
La una, la que tiene como un centro.
Y la otra la del cuatro, la del movimiento.
La como naranja simulando la energía de la semilla en la gota.
Allí surgían formas.
Formas del color de las ondas.


Y parecía como que el ser se estiraba y le surgían dos nuevos ojos que asía con sus brazos. 
Como a la altura de sus manos. Donde las piernas, como sujetando las piernas.
Como circundando las piernas.
Como abrazando las piernas en todos estos andares.
Como dando peso a todo aquello.
Como acarreo.
Huesos en forma de cuenco. Cuenco del tiempo y el movimiento.
Cacerola de potajes. 
Cadera, estante.
Ojos en la cadera.
En la espalda del recuerdo, del pasado.
Giro en las ondas.
Sustento. Cadera que forma.
Ala y ojo en el tiempo.
Cadera que sustenta la cola. 
Estante del caldero y el puchero de la boca.


Entre como dos soles. Entre dos ojos.
A la luz, en la luz, sobre la luz, con la luz.
En las sombras, con la sombra, en el sueño, en el sueño eterno.
En los límites de la mente del hombre.
En el recuerdo del tiempo.
En sus ondas, sus piedras y sus huesos.


Todos los colores en las escamas, en la columna, bajo las alas de las ondas del tiempo.
En el fruto en el oído, en el oído fruto del viento.
De las ondas como pestañas que eran hojas y alas y olas y ondas que surgían de los hombros del hombre en los andares del tiempo.
Por sobre el tronco en el que estaban los huesos, las ondas con forma de insecto.
Por debajo de aquella lengua azul, sedienta de aire y de agua se encontraban la espina con el insecto como con ojos y oídos en el viento.
Como si fuesen fruto del viento.
Siendo.
Pidiendo azul y recibiendo.
Allí en la cabeza, como con forma de lengua.
Pidiendo luz.
Comiéndola, haciéndola.
Creándola.


Allí estaban los ciclos, las mitades.
Con las señales sobre el mapa.
En el árbol de la vida.
En la fuerza de un corazón.
Un corazón que impulsaba toda la planta.
En un boceto de hombre.
Todo allí. 
Dos ojos como con una boquita de piñón.
En todas las señales de las formas.