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domingo, 8 de junio de 2014

Lo que una de esas mañanas trajo.





Todo Ser Mujer y Hombre allí.
En la faz de la tierra. Sobre la faz de la tierra.
Así es como...

Un día dormime. Desperteme. Levanteme. Anduve y senteme.
Y no se si en el dormime, en el desperteme, en el levanteme, en el anduve o en el senteme, algo vino a mi mente.

Allí estaba. En el senteme.
Mirando mis pies descalzos, desnudos.
Mis rodillas huesudas y mis pantorrillas delgadas que en el tránsito mis huesos quisieron hablarme.
En aquel senteme pronuncieme.

Y algo así surgió.

Entre muchos. Entre cuatro destaca uno. Uno, uno, uno y uno. Entre cuatro destaca uno. Entre cuatro destaca uno. Entre cuatro destaca uno.  Entre muchos destaca uno.


De esos cuatro. 

O un padre y una madre o una madre y un padre. De esos cuatro una madre y un padre o un padre y una madre. De esos cuatro o un padre y una madre o una madre y un padre. De esos cuatro o un padre y una madre o y una madre y un padre.


De una madre y un padre, o un padre o una madre. 
De una madre y un padre, o un padre o una madre.
 De una madre y un padre, o un padre o una madre. 
De una madre y un padre, o un padre o una madre.


De una madre y un padre, un padre o una madre.
De un padre y una madre, una madre o un padre.


De una madre y un padre o de un padre y una madre, uno.








Daba igual el orden. Lo cierto era que allí estaba presente la evidencia tal que dos y dos son cuatro.
Las evidencias se hacían patentes en el transcurso del hacerse.
¿Ciencia?
No sé.
Pero las concordancias de las evidencias en lo palpable, visible y ... perceptible, hacían que fuera creíble.
Lo mas profundo allí expuesto.
Todas las ramas, todos los arcos. Todos los pétalos, los troncos, las ondas en las huellas. Las ramas y las brancas en las palmas y plantas. Todas las flexibilidades del moverse allí expuestas. De las ramas al árbol y del árbol a las ramas. En las huellas, en las ondas. Tocadas por las ondas.
Nadie en verdad entendía el poder de la semilla todavía.
Así lo veía.
Todas las flores allí expuestas.
Todas sus familias, todas las familias de familias. Toda la familia. Toda esa Sagrada Familia hecha como de barro.

Todas sus columnas, sus sustentos. Su historia, sus ramas, sus padres. Todas las huellas allí expuestas.
Toda semilla allí expuesta.
A la luz.

Todo lo demás, seguía siendo un soñar despierto. Un avanzar y hacer partícipes de la evidencia, de la sencilla y simple evidencia de una gota de fe y del amor a todo ello.


Quizás el ser humano comenzase por fin a verse como hermano, como uno.
Tanto trabajo pendiente.
Como hermano, como amante, como amigo, como padre y como hijo.
Como uno. Como todos diferentes. 
Como todos hijos de una misma simiente.
En nuestras semblanzas, historias y ramas. 
De ese buscar todos juntos la verdad enseñando la verdad.
Cabe descubrirse los rostros y dejarse ver.
Cabe el bajar la cabeza o levantarla.
Cabe aprender a amarse, a quererse, a respetarse a entenderse.
A verse.
A verse en el otro.
En sus huellas y tus huellas.
En los sentires.
En los comprenderes y relajares.
En una nueva oportunidad para las cosas pendientes.
Para los enderezares de todos estos torceres.
Enseñando que existe un camino diferente. Un camino de igualdad. De unión.
Un camino real.
Real como la vida misma.