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domingo, 27 de septiembre de 2015

Día tras día de la huella en el barro. Burbuja 24. Todos enfermos.








Mi yo ahora nada tenía que ver con el yo que era. El que recordaba.

Ya no era aquel que había sido. Nada.

O sí.




Todo mi barro había sido trasformado.
Desde el primer día.
Sólo quedaba allí la huella.

Hundida.
Encharcada.


O no.


..................






...




Aún así, con todo esto a cuestas.
En la mochila focalizadora de mis espaldas.
A las espaldas mi cruz.

Y los ojos delante.
La huella en el rostro de las espaldas caminadas.


Manantiales sobre la semilla.
En el árbol del rostro del hombre.

Y la cruz del hombre sobre sus espaldas.
Con sus alas petrificadas.
Escondidas. Invertidas. Ocultas.



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En mi interior aparecían preguntas como:
¿Qué pretenden?
¿Qué quieren?
¿Qué buscan?


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Y allí en las plazas públicas escribían.
Algunos parecía que escribían con la lengua de todos los imaginables demonios.

¿Qué les había hecho la vida para que exhibieran tanto rencor y maldad?
¿Qué pretendían?
No había un ápice de bondad en sus frases y palabras. Ninguna.
Solo mezquindad.
Solo buscaban el herir y crear daño.



Ahí la lava del manar continuo. Del rojo sobre negro.




Todos aquellos que habían sido bebes.
Todos aquellos que algún día fueron bebes.
¿Qué quedaba de aquello en su barro?
¿En su huella en el barro?
¿En la huella en su barro?
¿En la huella en el barro?


...

Día tras día de la huella en el barro.



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Burbuja 24. Todos enfermos.








Algunos de ustedes están incitando al odio y a la maldad.
Incitan a matar a otros en su nombre.
Seguramente deben padecer alguna enfermedad.

Tan enfermos parecen aquellos como ustedes.
Solo piensan en matar.

En verdad necesitan todos ustedes ayuda.



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No lo publicaron.
¿Para qué?
Mañana saldrá el Sol otra vez.
Mañana miraremos al Sol otra vez.
Otra vez, otra vez.